jueves, 17 de abril de 2008

Electrificación Rural Productiva

LECTURAS INTERESANTES Nº 290
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LIMA - PUNO 17 abril 2008
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San Gabán II
Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
Tomando de Los Andes 17 abril 2008 p.2

Gota a gota, hilo a hilo, el agua que baja desde las nieves eternas del imponente “Allenkapac”, coloso de la cordillera de Carabaya, da nacimiento a múltiples riachuelos que pasan a formar el río Macusani que se lanza culebreando hacia los bajíos de la selva de Puno.

A pocos kilómetros de ese gigante, en la misma cordillera, los deshielos del nevado Quellma tributan sus aguas al río Corani, que en su trayecto cada vez más abrupto, rompiendo millones de veces contra cantos rodados de todo tamaño depositados desde siempre en su lecho y contra rocas y peñones de toda forma y dimensión que lo flanquean, junta sus aguas con las del Macusani formando el río San Gabán. Esa unión se da en una encrucijada donde la densa floresta ofrece el verdor predominante de su colorido, roto de tramo en tramo por largas, delgadas y blanquísimas caídas de agua que se precipitan desde las cumbres de los cerros que forman el Cañón del mismo nombre.

Al llegar al Tabinapampa, una parte del alborotado torrente del San Gabán -que en época de lluvias cobra magnitud respetable-, es desviado por grandes ataguías para ser depositado en una gran laguna artificial, hasta completar ciento cuarenta mil de metros cúbicos. De ese embalse, el agua -ya bajo control humano-, es llevada a través de un conducto cubierto hasta la boca de un soberbio túnel que ha invadido las entrañas de un altísimo cerro de granito. Desde aquí, el líquido -ahora manso-, recorre entre silente y rumoroso algo más de los siete mil metros de ese inmenso tubo rectilíneo, ocupando por poco sus tres metros y medio de diámetro y desplazándose por la oscuridad de una mínima gradiente. Deja en el camino otros dos túneles o “ventanas” (las de Uruhuasi y Casahuasi) que van a su encuentro desde cielo abierto y que permiten acceder a él para mantener el óptimo cumplimiento de su función encausadora.

Al final del largo acueducto, a la altura de Tunquiri, el agua se precipita violentamente por otro conducto de seiscientos cincuenta metros de largo inclinado a sesenta grados. La caída, es facilitada por dispositivos hidráulicos que resuelven los efectos físicos que ella comporta.

Al término del salto, un corto recorrido horizontal divide el veloz caudal en dos ramas a través de sendos tubos de acero. El agua se vuelve a dividir en cinco potentes chorros en cada caso, los que al impactar en las cucharas de las ruedas “pelton”, hacen girar dos turbinas a quinientas veinte revoluciones por minuto. La fricción que se opera en los generadores, dispuestos encima de las turbinas, hace que aparezca y se manifieste esa maravilla natural que es la energía eléctrica.

El agua, cumplida su noble función cinética productora de energía, es devuelta al río San Gabán, después de recorrer casi un kilómetro a través de un túnel de descarga.

Turbinas, generadores, y muchas otras máquinas y equipos se encuentran en una gran caverna horadada en el corazón de la montaña. Desde allí, la fuerza invisible más rápida que el rayo, se desplaza envolviendo gruesos cables que recorren medio kilómetro de galería, hasta el “patio de llaves”. En este lugar la electricidad es potenciada, transformada, manejada y tratada a través de tantos artefactos que finalmente lanzan la magia energética a través de los cables de una Línea de Transmisión que conduce 138 kilovoltios hasta la subestación de Azángaro, después de remontar la cordillera y recorrer 160 kilómetros.

Desde Azángaro la energía eléctrica se inserta en el veloz torrente del Sistema Interconectado del Perú y llevada por los distribuidores hasta los hogares, los comercios, las fábricas, las calles y plazas de la Gran Meseta y a través de aquel sistema “la energía que sobra” llega a quien sabe qué lugares del territorio nacional. Así, el agua es una vez más, fuente que alimenta la vida, esta vez mediante la energía que la fuerza de su movimiento hace posible.

El agua, productora de energía, contribuye así a las posibilidades actuales y futuras del mejoramiento constante de las condiciones existenciales de nuestra gente puneña, aún cuando no a toda, puesto que aún no llega a muchas circunscripciones de la región.

Sí, la energía de San Gabán II llega a buena parte del área rural del altiplano, pero su uso está dirigido casi exclusivamente a la iluminación de los hogares. No se emplea sino en forma muy limitada en numerosas aplicaciones económica y socialmente productivas. Es decir no está cumpliendo su papel de mejorar la calidad de vida y disminuir los alarmantes índices de pobreza. Alumbrar los ambientes de la casa campesina está muy lejos de ser suficiente. La energía debe mover máquinas, trilladoras, bombas, soldadoras, cepillos, taladros y mil artefactos más que hacen posible crear o transformar objetos a ser usados o consumidos por la población.

De ahí que se justifique la concepción, planeamiento y aplicación de un agresivo y pronto programa de electrificación rural productiva. Los gobernantes tienen la palabra. []

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